THE LAST GOODBYE

     Estar viviendo fuera, en nuestro caso en otro país, hace que eches de menos cosas como el clima, la comida, los sitios a los que solías ir… Pero nada puede compararse al vacío que tienes cuando algo grave pasa en tu familia, o con tus amigos, y no puedes estar allí con ellos.

     Por desgracia eso es algo que ha estado ocurriendo demasiado a menudo últimamente, y la última persona a la que mañana no podré darle un último adiós es mi abuela paterna, mi iaia.

     Pensando en ella me vienen muchos recuerdos, sobre todo de mi niñez. Como cuando íbamos de visita y leíamos los cómics de Mortadelo y Filemón que tenía, siempre haciéndonos palomitas, o roses como ella nos decía. El cocido que comíamos el día de Año Nuevo. Hablar valenciano con ella conforme yo lo iba estudiando en el colegio, o como siempre que me veía me iba diciendo que cada día estaba más alta y que conseguiría pasarla algún día, cosa que ocurrió.

     En el último año y medio estuvo viviendo en mi casa, con mis padres y mis hermanos. Y sé que no fue fácil y que hubo momentos complicados, pero al final consiguieron hacer que se sintiera cómoda y parte de la familia, así que no puedo llegar a expresar lo orgullosa que estoy de ellos por eso.

     Convivir con una persona cada vez más dependiente es difícil, te pone a prueba de muchas maneras y ver lo que el Alzheimer va haciendo conforme avanza es devastador, pero a pesar de todo mi iaia nos deja momentos muy divertidos y entrañables, como su predilección por los merengues y su redescubrimiento del  batido de chocolate, su sinceridad espontánea para soltarte lo primero que le pasara por la cabeza, su querido bolso, que casi no soltaba ni para dormir, la sorprendente rapidez  con la que andaba cuando estaba en la calle, y sí, el momento estrella cuando creyó que Arnau era una chica.

     Así que me despido de ti iaia, sé que tampoco fue fácil para ti, pero ya descansas junto al iaio, al que nunca has olvidado.